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Consideremos un sujeto que de repente recibe una terrible noticia. El pobre da por cierta la noticia, lo que le provoca un infarto. Acto seguido, la noticia se revela falsa. El infarto no fue indicativo de la exactitud de la noticia, sino de su creencia de que fue verdadera.
Asimismo, la creencia que Dios ejerce una influencia en el mundo físico puede producir efectos psicológicos dentro del sujeto creyente. Pero los efectos dentro del sujeto, por creer firmemente, son poco indicativos de que los supuestos efectos físicos atribuidos a Dios, fuera e independientes del sujeto, realmente tienen lugar.
En principio, podemos corroborar la influencia de una supuesta entidad causante oculta investigando los efectos razonablemente esperados que ésta debería producir. Si produce efectos físicos, éstos pueden ser detectables.1 Así, por sus consecuencias, tomamos conocimiento indirecto de algunos objetos físicamente constituidos o físicamente realizados, pero invisibles a simple vista.2
Resulta que los atributos declarados del concepto clásico de Dios tienen consecuencias e implicaciones lógicas que permiten formar un modelo teórico contrastable. Someterlo a los rigores de la prueba experimental nos permite determinar, con un alto grado de fiabilidad, si realmente produce los efectos esperados.
Para ponerlo a prueba, eliminamos todos los otros posibles factores causales de tal forma que la única posible causa sea la supuesta entidad causante oculta, a saber: Dios.3 Al fin y al cabo, resulta que cuanto más rigurosas son las condiciones experimentales, tanto menos se observan los supuestos efectos físicos de Dios, independientes del sujeto.4
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A lo largo de los siglos, los instrumentos y técnicas de investigación han mejorado considerablemente. Si Dios producía efectos físicos, independiente de cada sujeto, ya deberían haber pruebas contundentes en apoyo de tal influencia, y más aún dado el esfuerzo colosal para confirmarla. La ausencia de efectos observables de una supuesta entidad causante, donde lógicamente debe haberlos, es un fuerte indicio de su ausencia.5
Lo más prudente es tratar lo extraordinario, y no demostrado, como falso, hasta que se demuestre lo contrario. Si nos interesa, lo sometemos a pruebas experimentales rigurosas, deliberadamente pensadas para refutarlo.6 En el caso de un principio general, alcanza una excepción para invalidarlo; en cambio la confirmación de un caso particular solo le da un apoyo parcial.7
Algunos postulados ganan su credibilidad provisional superando la prueba experimental. Sin embargo, el modelo teórico del Dios monoteísta abrahámico no supera la prueba experimental.8 En definitiva, la creencia que Dios produce efectos físicos, independientes del sujeto, ha demostrado ser una superstición.9
Por supuesto, podemos reformular un sinfín de nuevos dioses incontrastables.10 Tales entidades teóricas no influyen en lo físico e independiente del sujeto.11 Diluidos hasta tal punto, son irrefutables. Pero la irrefutabilidad de un modelo teórico incontrastable no significa que sea verdadero, sino que es tan débil que no permite determinar si es objetivamente verdadero.12
borrador al 1 abr. 2013. Para revisión crítica. Carmen Chase ¿Encontró un error? Comuníquenoslo.
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Notas
1. Para ilustrar, un supuesto hombre invisible produciría efectos físicos, conforme a los conocimientos pertinentes de trasfondo: emitiría soniditos, calor, gases. Es más serían visibles sus huellas, y sería ubicable por ecolocalización, termografía, etc.
2. Por ej. los campos magnéticos, las bacterias que por muchos siglos pasaron inobservables y causaban considerable daño, etc.
3. i.e. factores confundentes. Ver “Design of Experiments”, Ronald Fisher, 9th Edition, (Macmillan, 1971). Así, por conjetura informada, hábil manipulación, y minuciosa observación, se consigue un proceso de triangulación causal. Ver también “Sistema de Lógica”, Libro III, cap. X, De la pluralidad de las causas y de la mezcla de los efectos, John Stewart Mill, (Ed. Daniel Jorro, 1917). Véase también el trabajo de Semmelweiss.
4. vale reiterar: los efectos físicos razonablemente esperados de la supuesta influencia divina, corroborables por todos (no confundirse con los efectos psicológicos en un sujeto creyente, o un autoengaño inocente).
5. La ausencia de pruebas en sí no significa automáticamente una prueba de ausencia: por ej. la ausencia de pruebas por haberlas pasado por alto, deliberadamente, a fin de evitar el riesgo de ser refutado –o para descartarlo arbitrariamente. O el caso de una ausencia de pruebas por no buscarlas donde corresponde. Pero ninguno de estos es el caso del concepto clásico de Dios: 1. es perfectamente contrastable por los atributos declarados en las “sagradas” escrituras; 2. hace siglos que se busca, encarecidamente, hechos observables y concretos que lo apoyen –justamente donde debe haberlos por los atributos declarados; 3. tras siglos de desvivirse por confirmarlo, con técnicas de investigación cada vez más certeras, el modelo teórico de un Dios judeo-cristo-islámico clásico sigue falsado en cada uno de sus atributos contrastables. véase “God – the Failed Hypothesis: How Science Shows that God Does Not Exist”, Victor J. Stenger, (Prometheus Books 2007).Traducción publicada por Editorial Ma non troppo, 2008, con el título inexacto “EXISTE DIOS?”
6. Ver Contraste de hipótesis.
7. Por eso, para determinar la verdad de un principio, la refutabilidad (o falsabilidad) pesa más que la verificabilidad. Ver“La lógica de la investigación científica”, Karl R. Popper, (Editorial Tecnos, 1980).
8. En fin, los hechos observados no alcanzan para rechazar la hipótesis nula: que Dios no influye en lo físico e independiente del sujeto. Ni mucho menos dan para apoyar la hipótesis alternativa: que Dios realmente influye en lo físico e independiente del sujeto, interviene en lo físico, interactúa con el mundo de los motales, etc. Hasta el momento, la explicación que mejor encaja con los hechos obsevados es que como modelo teórico, el concepto clásico de Dios es falso.
9. La superstición es la creencia en una relación causa-efecto, donde no es de esperarse, ni se corrobora como verdadera. Véase: “SuperSense: Why We Believe in the Unbelievable”, Bruce M. Hood, (HarperOne abr. 2009), cap. 3.
10. La táctica de aislación: proponer una idea de tal forma que la aísla contra pruebas que la refutaran. Así, queda amparada contra la refutación. Pero al mismo tiempo, se aísla contra cualquier forma concebible de corroborarla como objetivamente verdadera. Total aislación contra la refutación la vuelve incontrastable.
11. Si una supuesta entidad causante oculta no produce ningún efecto en nada concreto fuera e independiente del sujeto, resulta irrelevante para solucionar un problema concreto a la mano.
12. Considere el Dragón teórico suprasensible, planteado en “El Mundo y sus Demonios”, Editorial Planeta, S. A., 2000.): “Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre un dragón invisible, incorpóreo y flotante que escupe un fuego que no quema y un dragón inexistente? Si no hay manera de refutar mi opinión, si no hay ningún experimento concebible válido contra ella, ¿qué significa decir que mi dragón existe? Su incapacidad de invalidar mi hipótesis no equivale en absoluto a demostrar que es cierta. Las afirmaciones que no pueden probarse, las aseveraciones inmunes a la refutación son verdaderamente inútiles, por mucho valor que puedan tener para inspirarnos o excitar nuestro sentido de maravilla. Lo que yo le he pedido que haga es acabar aceptando, en ausencia de pruebas, lo que yo digo.” pág 166.
la carga de la prueba
El origen humano de Dios |
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